El trauma y sus consecuencias.

 


                          

Un trauma puede tener muchos orígenes, y también muchas caras. Los traumas son comunes y pueden aparecer a cualquier edad. Podría decirse que todos cargamos en nuestra mochila vital uno o, más bien, varios de ellos. Surgen cuando presenciamos o vivimos un acontecimiento inesperado y desagradable que nos deja huella y cala en nuestra mente.

Aunque no tiene por qué tratarse de un acontecimiento episódico, es posible que el trauma surja tras vivir una situación desagradable que no terminamos de asimilar durante un periodo de tiempo prolongado. Inevitablemente, la existencia de un trauma nos condiciona, tanto a nivel consciente como a nivel inconsciente, pero si sabemos convivir con ellos y no afectan a nuestra calidad de vida, no tenemos de qué preocuparnos.

El problema aparece cuando el trauma se convierte en el protagonista de nuestro estado emocional. Sea cual sea el motivo que los inició, el shock traumático toma tanto peso que comienza a apoderarse de nosotros. Surgen entonces respuestas físicas y mentales que comienzan a desbaratar nuestra vida. 

Cada persona es única, y también lo es cómo le afecta un trauma y cómo responde a él. Tan solo la persona que lo vive sabe lo que pasa en su interior. Algunas personas responden con cambios de carácter, o lo hacen cambiando su forma de relacionarse con su alrededor. Es posible que experimenten también síntomas físicos como tensión muscular, insomnio o palpitaciones.

Otras rechazan todo aquello que les recuerde mínimamente el suceso traumático, su mente bloquea el recuerdo que los ha llevado hasta allí. Por contra, existen quienes lo rememoran una y otra vez. Algunas recurren a la disociación, y se separan mentalmente del dolor que les ha provocado lo ocurrido. Pueden surgir pensamientos intrusivos en los momentos más insospechados, o aparecer trastornos derivados, como la depresión. Cada cual, de manera inconsciente, adopta los mecanismos de defensa que mejor le ayudan a sobrevivir a lo ocurrido.

A pesar de ello, existen sentimientos negativos que son habituales en las personas que lidian con un suceso traumático. 

En la vivencia de un trauma, la culpa puede ser una compañera frecuente. A veces la persona que convive con el trauma se culpa por haber vivido el suceso que le ha llevado a tenerlo. Es posible también que se responsabilice de no haberlo evitado. La culpa y los remordimientos comienzan a acompañarte allá donde vayas. No eres culpable del trauma con el que vives, pero tu mente puede pensar que sí.

Son pensamientos inconscientes que acostumbran a tener víctimas de este tipo de sucesos traumáticos. No ayuda tampoco la doble victimización y culpabilización a la que se enfrentan las víctimas de estos delitos por parte de la sociedad.

Retomar tu vida tras un trauma no es una tarea sencilla ni rápida. Como si de un pulpo gigante se tratase, un trauma tiene muchos tentáculos y afecta a muchas facetas de la vida de la persona que lo sufre. No basta con cortar de raíz y desprenderse de ellas. Poco a poco, con paciencia, constancia y esfuerzo. Pero necesitamos de alguien que nos ayude a quitarlas todas.

La terapia psicológica es un aliado indispensable en la superación de un trauma y de sus consecuencias. Abordando todos esos tentáculos que han paralizado nuestra vida, podremos ir trabajando, con diferentes técnicas, en la aceptación de lo que nos ha ocurrido y aprendiendo a manejarlo hasta que llegue un día en el que la presión deje de doler y nos permita seguir viviendo con normalidad.

Si requieres apoyo comunícate a Maayán Hajaim al 5552925131 

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