Paternidad positiva para las conductas agresivas de los hijos
La paternidad positiva, es una forma alternativa de relacionarse con los hijos a través del ejercicio de una paternidad no coercitiva y basada en la comunicación.
La comunicación negativa por parte de los padres se basa en corregir, reñir y castigar, ante lo cual los hijos suelen oponer resistencia resultando en un efecto contraproducente de conducta desafiante. Los objetivos de la paternidad positiva se centran en fortalecer la relación padre-hijo, promoviendo un vínculo afectivo sano que beneficie al autoestima de los hijos; también lo es reducir el conflicto, promover la adaptación del niño a su ambiente a través de conductas sociales apropiadas, y en último término, la adaptación de éste a la vida adulta.
En los niños pequeños es común que la frustración los rebase, pues al no tener herramientas para gestionar una negativa y tener pocas estrategias conductuales para regularse, tienden a externalizar su reacción emocional gritando, llorando, e incluso agrediendo, en busca de obtener lo que desean o castigar a quien se lo niega. Entendemos por conductas agresivas aquellas que pueden causar un daño físico o psicológico a otras personas, ya sea pegar manotear, o dirigir insultos a otros.
Una de las premisas centrales de la paternidad positiva es no recurrir al castigo de las conductas indeseables, sino más bien reforzar aquellas que son deseables, es decir enseñar conductas alternativas de afrontamiento que permitan resolver la frustración o enojo, y reforzar que los niños las usen.
En primer lugar está el cómo los padres manejan la situación. Esto se debe hacer procurando no perder el control, los niños aprenden de los que se les dice, pero también de lo que ven del comportamiento de sus padres. Mantener la calma a pesar de la reacción emocional intensa, dando un tiempo fuera es un comienzo. De esta manera se modela un tipo de autocontrol que se espera en el niño, y que se puede enseñar retirando al niño de la situación que le causa el enojo y de los medios o personas que le permiten agredir o que son víctimas de su agresión. Una vez que esté más calmado podemos avanzar.
Dejar que el niño hable de sus emociones ayuda a que libere un poco de tensión y le permite poner en palabras aquello que le hace enojar y le lleva a agredir. Hay que dirigir esta plática de manera que se logren identificar las causas de la agresión, buscar formas alternativas de solucionar el problema y reflexionar sobre las consecuencias negativas de ser agresivo y sobre las ventajas de usar las estrategias alternativas más tranquilas. Y, como se dijo al inicio, un parte fundamental es reforzar el empleo del autocontrol y la gestión positiva de sus emociones siempre que se observen. Cabe mencionar que, si bien los premios son buenos incentivos para los niños, también es buena alternativa el reforzamiento social por parte de los adultos (reconociendo su progreso, felicitándolo), ya que este favorece su seguridad, autoestima y auto-concepto.
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