¿Por qué a veces nos duele tanto el rechazo?
El rechazo por parte de una persona significativa produce una sensación de dolor y una respuesta emocional de tristeza. Con seguridad podemos identificar algún momento en el que de manera real o imaginaria el vínculo afectivo que tenemos con alguien se deteriora o se pierde, y esto es aún más doloroso cuando pensamos que la otra persona lo hizo con toda la intención de alejarse.
Sin duda es una reacción emocional normal, sin embargo, en este artículo describiremos algunos de los factores por los cuales a veces una persona es hipersensible a las señales que le indican vagamente que un ser querido – tal vez la pareja – podría estar alejándose. Por ejemplo, cuando se espera recibir un mensaje de buenos días y no llega, cuando se platica a la otra persona algo importante y no obtenemos una respuesta con el entusiasmo que quisiéramos, o cuando se ve alegre a la pareja con otras personas mientras que se le percibe indiferente en la relación y la persona rechazada percibe que no es tan importante o prioritario/a como creía.
La intensidad percibida del rechazo está relacionada con la magnitud del rechazo, así como con la cercanía del vínculo con la persona que rechaza; sin embargo, esta intensidad está también moderada por características intrínsecas de la persona que se sabe rechazada: su personalidad, sus creencias acerca de sí mismo y de las demás personas y las estrategias que tenga para afrontar un rechazo juegan un papel esencial para interpretar una disminución afectiva.
Imaginemos a una pareja cenando con un grupo de amigos mientras que uno de ellos presta atención a la conversación con el resto del grupo, si su pareja no es vulnerable al rechazo no interpretará la situación como desinterés, sin embargo, si sí es vulnerable al rechazo, tal vez piense que sus sospechas de no ser importante para su pareja se están confirmando y la reunión se vuelva una situación ansiógena y sufra el resto de la noche pensando que su relación fracasará porque no es digno/a de afecto.
Esta vulnerabilidad está relacionada a rasgos de personalidad, en los cuales la persona se asume débil, desvalida e incompetente, mientras que de quienes obtiene afecto, se les idealiza como generosos, fuentes de apoyo y competentes. A su vez están presentes creencias acerca de que “ ser rechazado es lo más terrible, y que si la gente descubriera su verdadero yo terminaría siendo despreciado”. Paradójicamente, la manera en que la persona vulnerable afronta el rechazo es formando relaciones de dependencia y sumisión, pensando que así agradará más a su ser querido o pareja; lo cual en realidad deteriora la calidad de la relación y contribuye a la profecía auto realizada de que lo abandonarán en cualquier momento porque le han dejado de querer.
Es importante señalar que la intensidad con que se percibe la pérdida del afecto puede ser más o menos fuerte dependiendo de cómo se procure afecto así mismo la persona (autoestima) y de cómo se relacione con las demás personas (afecto obtenido de manera externa). Una autoestima baja y relaciones interpersonales pobres predicen mayor vulnerabilidad al rechazo.
Cuando se vive un rechazo y no se posee una estima adecuada por uno mismo, se tratará de buscar de manera externa, más si el afecto que se obtiene de otros (la pareja, por ejemplo) se percibe disminuido o perdido, la reacción emocional puede ser devastadora.
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