Lo que niegas te somete, lo que aceptas te transforma
Muchas de las personas que
acuden a consulta quieren cambiar su situación de malestar permanente, sin modificarse
a sí mismas.
Gran parte de la resistencia inicial a la
psicoterapia que presentan estas personas tiene que ver con el miedo a aceptar
lo que realmente les sucede. Algo curioso, porque la mayoría de los cambios
acertados pasan por reconocer con precisión el punto de partida.
Demasiadas personas
sobrevaloran lo que no son e infravaloran lo que son. Parte de su dolor se
produce, por la forma en la que se autoevalúan. A su vez, piensan que el dolor
puede convertirnos en personas susceptibles y beligerantes.
Nuestras interpretaciones
ligadas a nuestras reacciones emocionales son las que nos llevan a sufrir y a
entrar en conflicto con nosotros mismos. En última instancia nosotros somos los
causantes o al menos los “cómplices” de nuestro propio daño.
Elegir o tomar una actitud
de resistencia, impedirá que en muchas ocasiones comprendamos que la causa del
sufrimiento no tiene que ver con el estímulo en cuestión, sino con la reacción
que tenemos a ese estímulo. Las personas que se resisten al cambio esperan que
en un futuro cercano, los problemas mejoren por sí solos sin tomar una actitud
proactiva y esperan ser recompensados de alguna forma sin cambiar ninguno de
los comportamientos que han generado el problema.
La paz viene del interior,
no la busques en el exterior
Muchos de los pacientes que
llegan a consulta, sitúan el foco de sus quejas en factores externos y poco
controlables. Además, gran parte de esa desesperanza nace y se mantiene por una
fijación excesiva en situaciones injustas sobre las que no se tiene ningún
control.
Cuando no somos capaces de
regular nuestros propios estados de ánimo, recurrimos con facilidad a culpar a
los demás de nuestro malestar emocional. Al enfocarnos en los demás, estamos
dejando en mano de otras personas nuestras emociones.
Nadie entregaría de manera
consciente tanto su esencia, como el control de sus emociones a otra persona.
Sin embargo, nos venimos abajo cada vez que alguien no cumple con nuestras
expectativas que teníamos sobre esa persona.
Enseñar a manejar las presiones y
frustraciones es un aspecto fundamental en la dinámica mental de la persona, y
este trabajo comienza por conseguir que el paciente acepte su situación y, al
mismo tiempo, su capacidad de intervenir en la misma.
Los cambios internos,
preceden a los cambios externos y nuestras creencias se confrontan con las de
otras personas o con circunstancias que se alejan de nuestra forma de ver las
cosas y solemos entrar en un recurrente malestar psicológico. Iniciar un
proceso de cambio personal nos ayudará a centrarnos en nosotros mismos y nos
alejará del victimismo, de la indignación y resignación.
La honestidad con nosotros
mismos puede resultar muy dolorosa al principio, pero a medio plazo es muy
liberadora. Nos permite afrontar la verdad acerca de quiénes somos y de cómo
nos relacionamos con nuestro mundo interior. En realidad, nosotros somos los
únicos capaces de perturbarnos a nosotros mismos.
Solo nosotros tenemos el
poder de hacernos daño. A pesar de librarse en nuestra propia mente, esta
guerra personal ilusoria nos provoca una serie de obstáculos emocionales como
la culpabilidad, el rencor, el resentimiento, el odio, el castigo y el deseo de
venganza. Todas están emociones son las que nos llegan a terapia, a veces
disfrazadas de conflictos con los demás.
Estas emociones son el
resultado de haber interpretado de forma excesiva y externa algunos hechos y
emociones acontecidos en el pasado. El problema viene cuando estos hechos
pasados condicionan nuestra red de relaciones en el presente, impidiéndonos
avanzar. Piensa que solo cuando aceptas el pasado, podrás vivir el presente.
Si requieres apoyo,
comunícate a Maayán Hajaim al 5552925131
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