El atracón: del placer al trastorno alimentario.
No sólo comemos cuando tenemos hambre sino también por gusto, la comida aparte de aportar nutrientes es una fuente de confort y puede cumplir un papel en la interacción social.
¿Quién no ha comido una rebanada de pastel de chocolate cuando ya está satisfecho? o ¿Quién no ha comido de más cuando la sobremesa con los amigos se alarga? Estos son ejemplos de cuándo se puede comer sin tener hambre, aunque presentarlos no constituye una enfermedad en sí, más bien vamos a hacer referencia a la conducta de atracón, que está presente en el trastorno por atracón y la bulimia nerviosa, por ejemplo.
Los manuales de diagnóstico psiquiátrico definen el atracón como la ingesta de grandes cantidades de alimento en ausencia de hambre fisiológica en un periodo corto de tiempo y que va acompañada de una sensación de pérdida del control sobre la ingesta. Se sabe que los alimentos que se consumen en un atracón suelen ser ricos en carbohidratos, grasas y además son palatables, es decir son agradables al gusto. Es en este punto donde se ha centrado gran parte de la investigación y se ha encontrado que aquellas personas con mayor riesgo de padecer este trastorno son aquellas más sensibles al reforzamiento por alimentos, que ante situaciones estresantes suelen aliviar su angustia con alimentos y aquellas que tienen preferencias por las recompensas inmediatas.
Existe la creencia popular de que uno puede comer por estrés y que por la misma causa se aumenta de peso, y en parte es cierto, por ejemplo la tensión acumulada durante el día puede conducir a un quiebre emocional que está acompañado por el atracón, sobre todo en mujeres, lo cual a su vez, si es crónico puede influir en nuestro peso corporal. También es cierto que si la persona dispone de mecanismos de afrontamiento adecuados para el estrés es más probable que se autorregule y evite el atracón, ya que, paradójicamente, luego de una ingesta excesiva la persona puede sentirse culpable y deprimida.
Como se mencionó al inicio, cuando esta conducta se presenta de manera crónica puede constituir por sí misma un trastorno. Es importante mantenernos atentos y detectar cuándo nuestra ingesta se está saliendo de nuestro control y puede afectar nuestra salud, así como de la forma en la cual afrontamos y aliviamos nuestro estrés diario.
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