Haz brillar tu luz interna con espacios emocionales positivos y generosos.
Una de las reglas básicas de salud mental es habitar y desenvolvernos a diario en espacios emocionales positivos. Son esos donde la principal regla es “ser y dejar ser”; son entornos donde poder crecer sintiéndonos libres, pero vinculados a su vez a algo o alguien. Todos deberíamos tener por tanto un lugar favorito, un escenario enriquecedor donde florecer y crecer emocionalmente.
Para empezar, hay un aspecto básico que no podemos olvidar: desde el momento en que hay un espacio físico donde habitan una o más personas se crea un clima determinado. Todos nosotros “liberamos” emisiones emocionales, que sumadas a las de los otros miembros, conforman una atmósfera enriquecedora, hostil o neutra.
A su vez, algo muy curioso es que a menudo es suficiente con cinco minutos para captar por ejemplo el clima emocional de una casa y una familia. Solo con leer las expresiones, el tono de las voces y el estilo de comunicación se pueden sin duda deducir muchas cosas, tales como: la luminosidad, los colores y esos detalles puntuales a los que nuestra mente dará un valor emocional en base a nuestras experiencias y estilo de personalidad.
Espacios emocionales, lugares donde se queda el corazón y brilla nuestra luz interna.
Decía el poeta Herman Mellville que los lugares más bonitos no aparecen en los mapas. Los espacios más bellos son los que se construyen entre las personas que se aman de forma madura, que derriban muros propios para expandirse y expandir al otro, que siembran respeto y cosechan satisfacción, que invierten en la propia felicidad sabiendo que ese bienestar interno revierte a su vez en el ser amado.
Los espacios emocionales positivos y de calidad, más allá de lo que podamos pensar, no son fáciles de construir. Un error, que a menudo nos hace zozobrar en este propósito, es pensar que todo entorno feliz y significativo se erige haciendo felices a los demás. De este modo, y como ejemplo, facilitamos que nuestra posición en un entorno sea la del complaciente-sumiso que carece de iniciativa para proponer y generar, con su actitud, cambios positivos.
Mientras, a nivel relacional o familiar daríamos forma a esa figura que prioriza las emociones de los demás a las propias generando en el ambiente tarde o temprano un clima de callada frustración y amarga insatisfacción. Con todo esto quiero dejar un dato muy claro sobre el cual reflexionar: los espacios emocionales positivos requieren en primer lugar que invirtamos en nosotros mismos.
La calidad humana, conjugada con la madurez emocional y la asertividad, consigue poner límites a la formación de cualquier entorno tóxico, por ejemplo.
Es necesario recordar que todo clima emocional negativo es un campo de batalla donde entran escena tanto los prejuicios, como la sombra del ego, los juicios categóricos, el individualismo, el demonio de las prisas, las ofensas y el peor enemigo de todos, el miedo.
Si todas estas dimensiones ya habitan originalmente en mí, condicionarán mi comportamiento y por tanto también el clima emocional. Es necesario entender que todo entorno emocional enriquecedor dependerá sin duda del perfil psicológico de todos sus habitantes.
Cómo crear espacios
emocionales generosos, positivos y fuertes que hagan brillar nuestra luz
interna.
Nuestros espacios emocionales cotidianos deben ser nuestros lugares favoritos. Esos en los que podemos ser siempre nosotros mismos, esos donde sabemos que se van a respetar nuestras ideas, valores y sentimientos. Son lugares delimitados donde los vínculos relacionales con aquellos que están con nosotros no actúan como cadenas o grilletes, sino como vientos cálidos que colmen nuestras velas de esperanza, haciéndonos sentir libre y llenos de posibilidades.
“Las emociones son contagiosas. Todos lo sabemos por experiencia. Después de un buen café con un amigo, te sientes bien. Cuando te toca un recepcionista mal educado en una tienda, te vas sintiéndote mal”.
No basta por tanto con que nos quieran, es esencial que nos quieran bien y para ello, para crear espacios emocionales positivos y generosos es recomendable que apliquemos estas sencillas estrategias.
Claves para construir entornos emocionales generosos
Más que enfocarnos en el estado emocional de los que nos rodean, empecemos por nosotros mismos. Lo que más afecta a los espacios emocionales es la frustración personal, la irritabilidad o el estar a la defensiva. Ahondemos por tanto en nuestras emociones y aprendamos a gestionarlas antes de inclinar nuestro enfado, ansiedad o carencias en los demás.
Refuerzos positivos.
Por término medio las personas podemos tolerar un comentario negativo al día, como un reproche, una crítica o una llamada de atención, siempre y cuando recibamos 4 positivos. Por su parte, un exceso desmesurado de palabras positivas recaería en una incómoda sensación de falsedad o artificialidad.
Comunicación constante, sincera y asertiva.
Además de refuerzos positivos y caricias emocionales, un entorno emocional de calidad requiere de un diálogo constante donde aplicar la escucha activa, la empatía y la asertividad.
Facilitar una adecuada conexión.
En un entorno de trabajo podemos llevarnos bien con mucha gente. Sin embargo, la auténtica calidad tanto en un entorno laboral, como en un hogar es tener la sensación de que “conectamos” con los demás, de que hay algo que trasciende a la simple cortesía o incluso al lenguaje. Es la complicidad.
Por último, y no menos importante, una estrategia primordial para nutrir cualquier espacio emocional es saber cuidar las pequeñas cosas, los detalles más delicados. Cualquier mirada sabia está atenta a esas sutilezas cotidianas a las que iluminar mediante la consideración, la gratitud o mediante “un gracias por estar aquí”, un “qué haría yo sin ti” o “mi lugar favorito siempre está a tu lado”. Cuidemos estos aspectos en el día a día para crear entornos mucho más felices y que nuestra luz interna brille.
Comentarios
Publicar un comentario