Enfermedades prevenibles: la importancia de un estilo de vida sano.
Hace 70 años la esperanza de vida en
nuestro país era significativamente inferior a la actual, y las razones por las
cuales caíamos enfermos y moríamos eran principalmente por enfermedades
transmisibles o infecciosas de las vías respiratorias o el aparato digestivo.
Sin embargo, el desarrollo de antibióticos y vacunas mejoró esta situación y
actualmente las principales causas de mortalidad en el adulto son enfermedades
cardiovasculares, diabetes, enfermedades del hígado producidas por alcohol y
cáncer de mama y cervical; mientras que en el adulto joven son los accidentes
de tráfico y las agresiones.
Una rápida reflexión de estos datos nos
permite identificar que gran parte de estos factores tienen que ver con
nuestras costumbres, hábitos y en general con nuestra conducta del día a día.
Lo que también nos lleva a pensar que si son producto de nuestras conductas
entonces estamos en la posibilidad de cambiarlas.
Un estilo de vida saludable es el
conjunto de conductas cotidianas, que las personas realizan para mantener un
equilibrio en los aspectos físicos, psicológicos y sociales.
El estilo de vida está relacionado con las
costumbres diarias y patrones de conducta de cada persona; de manera que la
alimentación, el ejercicio, el uso de drogas y la convivencia en nuestro
círculo social son ejemplos de factores que influyen en nuestra salud.
Sin embargo, aun cuando sabemos que los
hábitos sanos disminuyen el riesgo de enfermar, nos cuesta mucho trabajo
incorporarlos a nuestra rutina y cuando lo intentamos nos damos cuenta que al
poco tiempo hemos vuelto a los viejos hábitos poco saludables. La dificultad de
constancia y disciplina, así como tener los efectos indeseados muy demorados (las
enfermedades pueden aparecer en años, décadas quizá) son los primeros pasos a
trabajar.
Ten en cuenta que para incorporar una
conducta a tus hábitos la mejor estrategia es hacerlos de manera progresiva,
pero constante, fíjate metas realistas.
Es normal que los primeros días no te salga,
pero la persistencia hará que progreses. Piensa antes de elegir: generalmente
las opciones poco sanas (un alimento muy dulce o quedarse a descansar) son muy
atractivas en el corto plazo, trata de poner en perspectiva tu decisión
preguntándote qué te conviene más en ese momento, la opción riesgosa pero
tentadora en el corto plazo o la opción poco atractiva pero sana en el largo
plazo.
Infórmate sobre los riesgos que tienen tus
hábitos, identifica cuáles pueden llegar a ser un problema en el mediano y
largo plazo. Haz un plan realista para cambiarlos progresivamente y piensa en
el costo de cambiar tus conductas, pero también en el gran beneficio que vas a
obtener en el futuro y a corto plazo, toma esto como motivación para el cambio.
Una vez que hayas puesto en marcha tu plan,
considera procurarte conductas alternativas sanas: si quitas una costumbre
riesgosa, añade un hábito sano, esto facilitará que te apegues a tu plan de
trabajo.
Finalmente, es importante no desestimar
el poder de la prevención y detección temprana para evitar riesgos potenciales
a la salud. Acude a revisiones médicas periódicamente, procura tu bienestar
psicológico igual que procuras el físico, relaciones interpersonales sanas
hacen personas sanas y en armonía con su entorno.
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