Antes que nada, reconcíliate contigo mismo.



El principio de todo es aceptar la realidad tal como es. La vida fluye permanentemente y en su caminar nos deja un sinnúmero de experiencias que constituyen nuestro conocimiento. Éste, se refiere a nosotros mismos, a otros y a todo cuanto nos rodea. Las experiencias pueden ser estimulantes, divertidas y trascendentales y otorga un plus de sabiduría a nuestra existencia.
También hay experiencias dolorosas, porque desde el principio la vida está hecha de carencias, frustraciones e imposibles. Cuando esto no se logra asumir, se despiertan en nosotros temores, desconfianza y pesimismo. De hecho, terminamos culpándonos. Así, si llegamos a eso, es indispensable encontrar la manera de reconciliarnos con nosotros mismos.

El principio de todo: mirarnos al espejo…
Es probable que cuando nos ubiquemos frente al espejo, no nos guste lo que vemos o al menos una parte. Puede que tengamos tendencia a criticarnos severamente y de forma negativa.
Muchas veces ni siquiera nos miramos, sino que nos comparamos con un ideal mental… Por eso es importante aprender a observarnos con cuidado y, por qué no, con cariño. En principio, una buena idea es conocer y reconocer esa imagen física. Es única en el mundo y no se la puede comparar.

Otra buena idea, tiene que ver con mirarnos en el espejo de nuestro mundo interior. Allí hay virtudes y limitaciones como las hay en todo ser humano. Así, lograremos aceptarlas cuando entendamos que a todos, absolutamente a todos, nos impregna la imperfección.
Si no podemos aceptarnos a nosotros mismos, no vamos a poder aceptar a los demás. Un rasgo distintivo de quien se acepta y se aprecia, es que también puede valorar a los otros. Por el contrario, quien mantiene una batalla interna sin tregua también traslada ese conflicto a los demás.

Para aceptarnos y querernos, primero es necesario que nos conozcamos, y luego que nos reconozcamos desde la bondad y la comprensión.

Aprender a perdonarnos
A veces no logramos aceptarnos porque nos encargamos de llenarnos de culpa. No asumimos un defecto o una limitación como una realidad de todo ser humano. A cambio de ello nos castigamos y aprendemos a convertir los errores en un lastre que cargamos para siempre. No logramos perdonarnos las equivocaciones y nos comportamos como si fuéramos enemigos de nosotros mismos.

En el interior de todo ser humano se albergan las dudas respecto a sí mismo. Por esta razón, en principio es muy importante aprender a identificar la manera en la que nos relacionamos con nuestros propios pensamientos. Es importante detectar esas líneas de pensamiento autodestructivas. Piensa que, superar la percepción negativa que pudieras tener sobre ti mismo te libera de esa prisión.
De igual modo, reconocer nuestras limitaciones es un paso importante hacia la madurez y la sabiduría. Y lo mejor: constituye una experiencia directa que cada uno vive de una forma diferente.

Honestidad con nuestros sentimientos
Cuando actuamos en contra de lo que sentimos, nuestro cuerpo se expresa. De hecho, podemos convertirnos en una especie de enfermedad para nosotros mismos.
Entonces, no solo nos atacamos, sino que también nos desconectamos de ese equilibrio que existe en el universo. Piensa que muchas de enfermedades que padecemos tienen un origen emocional y casi todas están relacionadas con la auto-aceptación y el amor propio.

Piensa que los errores no conducen al fracaso, sino a la experiencia. Lo que sí constituye un error es quedarte en el lamento por haberte equivocado. Siempre hay formas de resarcir los desaciertos. Todo esto forma parte de una conciencia evolutiva que debe abrirse a nuevas formas de valorar y resolver las limitaciones. El principio de todo es reconciliarte contigo mismo y darte la oportunidad de disfrutar de la persona que eres.

Si crees que no puedes hacerlo solo, recuerda que en Maayan Hajaim podemos apoyarte llamando al 52925131.

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