Palabras peligrosas


Las palabras peligrosas:

 “nunca”, “siempre”, “todo” o “nada”




“No son las cosas mismas las que nos perturban, sino las opiniones que tenemos de las cosas”(Martín, C.; 2003) este es uno de sus principios de la psicología cognitiva que nos permite ver y entender la naturaleza de los pensamientos y la razón por la que actuamos de determinada manera.
Así vamos conociendo la vida a través de nuestras experiencias, sin embargo, cuando se cristalizan forman algo conocido como creencias que son ideas que tenemos completamente instauradas en nuestra concepción acerca de nosotros mismos y el mundo, y cuando estos pensamientos nos obligan a ver la realidad desde un prisma limitante y dañino, esta manera de ver la realidad se conoce como distorsión cognitiva.
Si tú has dicho o utilizado estas palabras “nunca”, “siempre”, “todo” o “nada” déjame decirte que son parte de una distorsión cognitiva llamada sobregeneralización. Estas palabras son peligrosas porque no dejan ver opciones y lo que hacen es sacar una conclusión general de un solo hecho en particular sin tener en cuenta otra evidencia, lo que generará es que habrá una errónea percepción de uno mismo o de los demás, llegando a generar conflictos en nuestras relaciones por ejemplo llegando a tener pensamientos como “nunca te acuerdas de mi”, “todo me sale mal en mi trabajo”, “siempre que doy lo mejor de mí, fracaso” o “nada de lo que hago lo valoran”.
Así que hay que tener mucho cuidado, y si ya las estas utilizando es momento de modificarlo tratando un poco de ponerlo en duda todo y de llevar un debate interior para buscar alternativas a tu modo de pensar. La finalidad es ver las cosas desde puntos de vista distintos formando una opinión más completa así como sucede en la siguiente historia:
Un día, el hijo de un viejo granjero dejó, por descuido, la verja del establo abierta. El único caballo que tenían, escapó. Todos los vecinos vinieron a solidarizarse: “¡Qué mala suerte!

Sin embargo, el anciano no se inmutó, solo dijo: “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, el caballo volvió al establo y trajo consigo otros diez caballos salvajes que le siguieron desde las montañas. Ahora el granjero tenía once caballos y se había convertido en el hombre más rico del pueblo. Todos los vecinos fueron a visitarlo y le dijeron: “Parece que al final fue un golpe de suerte que el caballo se haya escapado”. 

El anciano solo les respondió: “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, mientras su hijo estaba intentando domar a uno de los caballos, cayó y se rompió una pierna. Al acercarse el invierno, sin la ayuda del hijo en la granja, el anciano tendría que afrontar grandes problemas. Los vecinos le dijeron: “En el fondo, fue un error. Ahora tienes los caballos pero no tienes a tu hijo para que te ayude. Es algo terrible”. 

El padre, en vez de lamentarse, respondió: “Puede ser, puede ser”.

Al día siguiente, el ejército llegó al pueblo y reclutó a todos los jóvenes para luchar en una guerra suicida. Era posible que ninguno de ellos regresara a casa. Sin embargo, como el hijo del granjero tenía una pierna rota, no lo reclutaron y se quedó a salvo en el hogar.

Una vez más, los vecinos le comentaron la buena suerte que había tenido. nuevamente el granjero contestó: “Puede ser, puede ser”.


Bibliografía
1.     Martín, C. (2003). ABC de la terapia cognitiva. Disponible en: https://www.fundacionforo.com/pdfs/archivo23.pdf

2.     Rincón de la Psicología (2018). El cuento del granjero chino: ¿Por qué no debemos anticiparnos a las consecuencias?. Disponible en: https://www.rinconpsicologia.com/2015/05/el-cuento-del-granjero-chino-por-que-no.html

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