El impacto de la enfermedad en la familia
La aparición de una
enfermedad aguda, crónica o terminal en alguno de los miembros de la familia
puede representar un serio problema tanto en su funcionamiento como en su composición.
Podría considerarse como una crisis, dada la desorganización que se produce y
que impacta en cada uno de sus miembros.
Para adaptarse a esta nueva situación, la familia pone en marcha mecanismos
de autorregulación que le permite seguir funcionando, de tal manera que se
generan cambios en las interacciones familiares que tienen un propósito
específico, consciente o inconsciente, y que pueden llevar a la familia a
situaciones complejas de equilibrio o desequilibrio, poniendo en riesgo el
bienestar y manejo del paciente enfermo, así como la funcionalidad del sistema
familiar.
Los cambios que se producen
en las familias en relación con la enfermedad no siguen un patrón específico,
más bien están dados por las propias características familiares, tales como su
etapa del ciclo vital, el momento de la vida del paciente, el grado de solidez
de la familia, el nivel socioeconómico, la función que cubra la enfermedad para
ese grupo en específico, la historia familiar, etcétera.
En caso de enfermedad aguda-grave se puede observar que el grado de
desajuste es muy grande, dada la necesidad de cambios homeostáticos en breves
lapsos, generalmente de corta duración, ya sea por la rehabilitación del
enfermo o por su muerte, en cuyo caso la familia se enfrentará al duelo que, en
muchos casos será merecedor de apoyo terapéutico especializado.
La enfermedad que tiende a la cronicidad o que incluso se convierte en
terminal, favorece que el paciente “sea etiquetado como diferente”, ya sea por
el tipo de expectativas que posee, por las nuevas necesidades de cuidados y
alimentación, por su aspecto físico, por su autoestima, por su capacidad de
trabajo, etc, que afectan el tipo de relación interpersonal con los miembros de
la familia y con sus conocidos. Esta relación puede evolucionar lentamente
hasta el deterioro irreversible. La condición de cronicidad puede evolucionar a
situaciones de estrés crónico en el sistema, que no sólo impactan el
funcionamiento de la familia, sino también la evolución de la propia enfermedad.
Durante todo este proceso de enfermedad, la familia sufre al igual que el
paciente y se pueden generar cambios catastróficos dentro del seno familiar;
ante esto el médico debe prevenir, diagnosticar e intervenir ya sea
directamente o a través del equipo multidisciplinario de salud.
La enfermedad puede considerarse
como una crisis, debido a la capacidad que tiene para desorganizar un sistema
familiar, al igual que pudiera hacerlo una separación, la pérdida de algún
miembro, el nacimiento del primer hijo, etc; el desajuste puede tener
diferentes intensidades, las cuales van a estar influenciadas por el tipo de
enfermedad y la dinámica del grupo familiar en torno a ella.
La eclosión de la
enfermedad en la familia genera una serie de desajustes en la manera de
convivir y funcionar por parte de sus miembros, lo que conlleva a un
procesamiento de la información relacionada con la enfermedad a la cual se le
añaden valores, costumbres, y definiciones tanto del significado de la
enfermedad en sí misma, como de las necesidades que tiene la familia para
enfrentarla. En función de este proceso se generan una serie de respuestas
adaptativas que pueden ser funcionales o disfuncionales, que pudieran llevar a
mayor estrés en la familia y a una crisis todavía más severa. Por ello resulta
indispensable que el médico tratante, en este caso el médico familiar, se
mantenga atento para apoyar al sistema en su conjunto de manera que las
respuestas adaptativas sean lo más funcionales posibles dentro del potencial de
cada grupo familiar.
Dentro de las respuestas a
la enfermedad adaptativas que genera la familia, se pueden observar las de
orden afectivo que incluyen aspectos como negación, ira, tristeza o depresión;
la negociación de roles, flexibilización de límites, etc. También se observan
los ajustes de tipo económico, en los cuales resulta indispensable considerar
la pérdida de capacidad económica de la familia por concepto de consultas,
medicamentos y hospitalización, además de la disminución del ingreso económico
por la incapacidad del enfermo para trabajar, como en el caso del padre o algún
otro miembro de la familia económicamente activo. Otro ajuste que
frecuentemente es necesario para dar respuesta a la situación se encuentra en
la redistribución y acondicionamiento de espacios y al tipo de alimentación,
que en el caso de familias de escasos recursos, es un conflicto grave, que
lleva en ocasiones a la imposibilidad del manejo domiciliario del paciente
crónico, como es el caso del paciente nefrópata o pediátrico.
Finalmente es importante considerar las respuestas adaptativas de la
familia en función del ambiente social el cual está limitado para llevarse a
cabo de una manera normal debido a que en ocasiones se tiene que aislar al
miembro enfermo para poder atenderlo.
La exploración, la información y el desarrollo de los recursos
necesarios para afrontar la enfermedad constituyen una de las labores más
importantes del médico de familia ante una familia que afronta la enfermedad de
uno de sus miembros, pero además el médico de familia debe situar la enfermedad
en su lugar, haciendo prevención, en la medida de lo posible, para que la
enfermedad no afecte a aspectos del desarrollo de la familia ni incida en el
ciclo vital familiar.
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