Diálogos internos que se deben evitar
En algún momento de la vida, el ser humano atraviesa por
momentos dolorosos o situaciones inesperadas de carácter negativo que se deben
superar. Sin embargo, este tipo
de experiencias marcan de tal manera a algunas personas que desarrollan un
diálogo interno de carácter negativo.
Lo cierto es
que nadie está exento de encontrarse frente a un
problema que es incapaz de solucionar. Ya
sea por la complejidad del mismo, o porque no cuenta con las herramientas
suficientes para resolverlo. Bajo estas circunstancias y si se valora el
problema como importante, lo normal es que aparezca la ansiedad.
En este tipo de trastorno, es usual tener diálogos internos
que refuerzan ideas de tipo negativo y que regresan al individuo al episodio
doloroso que no ha podido superar. Lo peor de esta condición es que frente a cada nueva
experiencia que le recuerda lo sucedido, comienza a reaccionar negativamente,
por considerarla potencialmente peligrosa.
La ansiedad
anticipatoria es el componente principal de este tipo de dinámicas de
pensamiento. A partir de aquí, la persona desarrolla enunciados
distorsionados que se repiten constantemente y van aumentando la angustia
inicial, hasta que se vuelve intolerable.
Por supuesto, esta visión de la vida es producto de un
estado emocional alterado y, por tanto, distorsionado. El peligro que esta
situación reviste es que, si no se corrige a tiempo, puede convertirse en un
círculo vicioso que empeorara con el tiempo, pudiendo ocasionar una crisis
de pánico.
La
sintomatología característica de un ataque de pánico incluye opresión a la
altura del pecho, taquicardia, mareos, sudoración en las manos y palpitaciones.
La persona presa del pánico percibe como amenazante una
situación que puede controlarse. Sin darse cuenta, su diálogo interno refuerza
sus ideas negativas y catastróficas. Por eso pierde el control y entra en crisis.
Los diálogos internos que operan como detonantes de angustia o ansiedad
son: el catastrófico, el autocrítico, el victimista y el autoexigente.
- El catastrófico:
La ansiedad surge al imaginar el escenario más catastrófico
posible. Se anticipa a los hechos (que seguramente no sucederán) y los
magnifica. Esto da como resultado una percepción errónea, que puede llegar a
desencadenar una crisis de pánico. La frase esencial de este tipo de diálogo
interno es: todo puede convertirse en
una tragedia cuando menos lo espero, todo está mal y cada vez ira peor.
- El autocrítico:
Los rasgos que lo distinguen involucran un estado permanente
de juzgamiento y evaluación negativa de su comportamiento. Enfatiza sus
limitaciones y sus defectos. Esto lo lleva a volver ingobernable su vida.
Tiende a ser dependiente de los demás y se compara con los demás para sentirse
en desventaja. Envidia a quienes alcanzan sus metas y lo frustra ser incapaz de
alcanzar las suyas. Las frases preferidas en este tipo de diálogo interno son: no puedo, soy incapaz, no lo merezco.
- El victimista:
Esta modalidad se caracteriza por sentirse desprotegido y
desesperanzado, lo que lo lleva a afirmar que su estado no tiene cura, que no
hace avances en su progreso. Cree que todo va a seguir igual y atraviesa
obstáculos insalvables entre lo que desea y él. Se lamenta de lo que son las
cosas, pero no intenta cambiarlas. En el diálogo interno victimista aparecen
afirmaciones como: nadie me entiende,
nadie me valora, sufro y no les importa.
- El autoexigente:
En esta condición se promueve el agotamiento y el estrés crónico en función de la perfección. Es intolerante frente a los errores e intenta convencerse de que sus faltas obedecen a errores externos y no a él. Se desgasta pensando en que no alcanzó sus objetivos por falta de dinero, estatus, etc., a pesar de ser complaciente con todos. El autoexigente realiza un diálogo interno a través de frases como: no es suficiente, no está perfecto, no ha salido como me hubiera gustado, etc.
Hacerse conscientes de este tipo de
diálogos internos constituye un primer gran paso para
recobrar el control y evitar una percepción negativa de sí mismo o del propio
contexto, que finalmente solo consigue disparar el estado de ansiedad.
El verdadero
cambio ocurre cuando se empiezan a detectar estos pensamientos
negativos y se reemplazan por afirmaciones positivas. Es
importante controlar la respiración, relajarse y afrontar las situaciones con
calma. De lo contrario, las actitudes pesimistas y autodestructivas persistirán.
No es fácil modificar este tipo de reacciones frente a lo que se
considera amenazante, pero sucede lo mismo cuando se
desea cambiar un mal hábito, como puede
ser el de fumar en exceso. Por supuesto, cambiar un mal hábito, requiere de
determinación y esfuerzo, pero al final se consigue si se pone suficiente empeño
en ello.
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