Vive libre, vence el perfeccionismo
Aparentemente
en una sociedad como la nuestra, el perfeccionismo podría ayudar a lograr más y
mejores cosas, pero el exigirnos hacer las cosas perfectas tiene un alto costo.
Es importante diferenciar entre hacer lo mejor que podamos y el querer hacer
todo perfecto, porque si no, significa que fracasamos o que no somos personas
valiosas.
El
querer hacer las cosas perfectas nos lleva a vivir con mayor ansiedad y estrés
y a preocuparnos por no cometer errores, lo cual nos lleva a disfrutar poco de
nuestros logros y a sentir con facilidad que no somos aptos.
El
perfeccionismo nos hace ser exigentes y poco flexibles con nosotros mismos y
con los demás, llevándonos a tener dificultades en la relación con quienes nos
rodean.
Para
saber la diferencia entre hacer bien las cosas y el perfeccionismo, nos
serviría reflexionar sobre los siguientes aspectos:
- ¿Crees que todo lo que haces tiene que estar siempre bien?
- ¿Consideras los errores como fracasos?
- ¿Crees que constantemente debes mejorar lo que estás haciendo o lo que ya acabaste?
- ¿Te sientes tenso o angustiado cuando te equivocas o ante la posibilidad de equivocarte?
- ¿Continuamente estás estresado?
- ¿Pospones las actividades que te cuestan trabajo o en las que sabes que no vas a tener éxito?
- ¿Revisas varias veces algo que ya terminaste?
- ¿Sientes que si haces todo bien eso te da mayor valor como persona?
Si
la respuesta es si a algunas de las preguntas anteriores, puede ser que tiendas
a ser una persona perfeccionista.
Es
importante cuando estamos educando a los niños, no “pedirles perfección” y ser muy
exigentes y críticos con ellos si no logran las metas que nosotros o la escuela
le imponemos. Porque podemos fomentar su inseguridad si ellos no llenan los
requisitos externos y no respetamos sus ritmos y capacidades, entendiendo que
cada persona es diferente y no todos pueden cubrir las exigencias paternas o
escolares de “éxito”.
Como
padres y maestros debemos enfocarnos en su aceptación y en el desarrollo de sus
habilidades, exigiendo hasta donde ellos pueden, enseñando que de los errores
se aprende y que no pasa nada cuando los cometen, que no por ello van a recibir
crítica o desaprobación.
Es
importante enseñarles como aprovechar los errores y aprender de ellos y no
enfadarse cuando se equivocan. Hay que fijar la atención en las personas
integrales que son y en el esfuerzo que hacen, más que en sus logros o
calificaciones.
Si
identificamos algunas de las conductas antes mencionadas en nosotros, podemos
irlas trabajando tratando de estar más abiertos a sugerencias, tratando de ver
el lado amable de las cosas y siendo más optimistas, siendo realistas con las
posibilidades de hacer bien las cosas… no perfectas siempre, considerando al
error como una oportunidad de aprendizaje. Y, especialmente enfocarnos y
disfrutar el proceso cuando estamos haciendo algo, no en su resultado final.
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