Carencia del Vínculo Materno y sus Efectos


El vínculo o lazo que se establece desde la gestación  al nacimiento del bebé, es la relación emocional o apego que se caracteriza por ser:
  1. una relación emocional perdurable con una persona específica: madre/padre/cuidador
  2. una relación que proporciona: seguridad, tranquilidad, agrado, placer y consuelo.
  3. proporciona la base funcional para todas las relaciones subsecuentes del niño 
  4. si se da pérdida o ausencia de dicha persona, se desarrolla una situación que genera ansiedad intensa.
  5. El vínculo de apego es el sustento emocional que permite y facilita el manejo y control de la ansiedad ante situaciones difíciles del desarrollo y de la vida.


El Dr. Eduardo R. Hernández González. Pediatra y Terapeuta de la Conducta Infantil, señala que 
“Una relación sólida y saludable con la madre o cuidador primario, se asocia con una alta probabilidad de crear relaciones saludables con otros, mientras que un pobre apego parece estar asociado con problemas emocionales y conductuales a lo largo de la vida”.   
El profesional señala las conductas y actitudes que ayudan a formar el vínculo relacional con la madre:
Un contacto físico positivo: abrazarlo, besarlo, mecerlo, cantarle, mirarlo, alimentarlo, actos que generan respuestas neuroquímicas específicas cerebrales que motivan al sistema de apego, puesto que, durante los primeros tres años de vida el cerebro desarrolla un 90% de su tamaño adulto y coloca en su lugar la mayor parte de los sistemas y estructuras responsables del óptimo funcionamiento emocional, conductual, social y fisiológico para la vida.

Cuando la relación de apego entre la madre y el bebé no se establece de manera adecuada, puede este último desarrollar lo que se conoce como RAD (Trastorno Reactivo del Apego).  Surge ante el fallo para establecer vínculos normales con los padres en las primeras etapas de la infancia.
Puede presentarse por abandono, por una separación abrupta de los padres entre los seis meses a los tres años, o por falta de respuesta de los padres a los esfuerzos comunicativos del niño o por abuso; se ha encontrado que en los orfanatos por los cambios frecuentes de los cuidadores, los niños llegan a desarrolla el RAD.  Relación inicial inadecuada, que puede conducir a dificultades interpersonales y del comportamiento en la vida posterior.

Algunos investigadores, señalan que bebes entre los 18 a 24 meses si han desarrollado RAD, pueden presentar un retraso en el desarrollo emocional, no orgánico y mostrar respuestas anormales a los estímulos relacionales sociales, son niños que de manera indiscriminada buscan recibir afecto de cualquier adulto disponible, incluso con desconocidos, o una extrema resistencia a iniciar o aceptar afecto y comodidad incluso de sus familiares a pesar de mostrar angustia en ocasiones. Es importante señalar que hay niños que a pesar del abuso o de la negligencia de sus padres o cuidadores están en condiciones de establecer vínculos sociales, por lo tanto se requiere de un diagnóstico serio y completo para determinar si un niño presenta RAD, por lo cual se requiere de un profesional entrenado como  el pediatra para determinar la existencia o no de dicho padecimiento.
Debemos de tener en consideración que: 
La personalidad es el resultado de la negociación entre las cualidades temperamentales o innatas del niño (sensibilidad, sociabilidad, cambios de humor,…) y las experiencias que el niño en desarrollo afronta tanto en el seno de su familia como con sus compañeros. La herencia genética tiene un profundo impacto sobre nuestro desarrollo, determinando las características innatas de nuestro sistema nervioso y el modo en que reaccionaremos con las otras personas. Por su parte, la experiencia también influye directamente en el desarrollo infantil, ya que es capaz de activar determinados genes y, en consecuencia, de modelar nuestra estructura cerebral. En este sentido, la oposición entre naturaleza y cultura es falsa porque, para el desarrollo óptimo de los niños, la naturaleza (la genética) necesita de la cultura (la experiencia). De ese modo los genes y la experiencia colaboran estrechamente para llegar a  modelar quienes somos.
Daniel J. Siegel y Mary Hartzell , Ser padres conscientes, Edic. La Llave, 2005

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