¿Cómo funciona una psicoterapia?


Existen muchos tabús y escepticismos respecto a las psicoterapias, en parte debido a los prejuicios materialistas, a malas experiencias con psicólogos y también debido al desprestigio que se ha ganado el rubro debido a la no regulación de la práctica y de quién puede o no ejercer como un psico-terapeuta. En el presente artículo se tratará de explicar brevemente cómo es que funciona una psicoterapia y qué efectos se pueden alcanzar con ella, y al mismo tiempo, nos permitirá vislumbrar pequeños indicadores cuando el tratante está o no capacitado para la tarea.

Generalmente se dice que para contar nuestros problemas tenemos a esos cercanos y queridos, amigos o familia, y que no es necesario acudir con un psicólogo para ello, una visita al café resulta menos costosa y con los mismos efectos. Por supuesto, es una idea errónea. Recordemos que “psique” proviene del griego que significa “alma”, y un psicoterapeuta es alguien que ofrece un tratamiento para el alma, o para decirlo de otra manera, de las relaciones que afectan el cuerpo a través el alma, es decir, de esos cambios fisiológicos a partir de la psique; las emociones. Es un trabajo que requiere de delicadeza, sensibilidad y mucho profesionalismo. Es cierto que se acude a una psicoterapia para hablar, no por nada, desde sus inicios a finales del siglo XIX fue bautizada por una de las pacientes de Freud como “the talking cure”, es decir, la cura por el habla. Sin embargo, no todo hablar cura. ¿Por qué, entonces, hablar en una psicoterapia tendría efectos terapéuticos?
Para responder a esta pregunta, vamos a entender cómo es que se habla en una psicoterapia. En primer lugar, se trata de un espacio confidencial en donde el hablar toma un valor privilegiado y sobre todo el psicoterapeuta en tanto se lo permite su larga formación es capaz de poner al margen todos sus juicios morales y juicios de valor respecto a lo que se dice; no juzga. Esto abre un espacio de libertad que no es posible obtener en otros ámbitos, pues uno de los requisitos para los tratamientos es no tener trato alguno –o cercano en su defecto- con el paciente para posibilitar esa libertad. Esto permite que el paciente poco a poco y con el transcurso de las sesiones y de la confianza que adquiere al terapeuta comience a hablar sobre situaciones incómodas que le aquejan, e incluso sobre temas y pensamientos que tienen que le parecería que “nadie debe de tener”, o que se permita hablar de eventos que no habla por “indecentes” o “terribles”. Decirlo no sólo permite un efecto de descarga y la sensación que tensión se libera, sino que poco a poco y con los meses de acostumbrarse a hablar sin que el mismo paciente se juzgue, comienza incluso a recordar eventos que tenía olvidados, o que más bien, no quería recordar porque los había juzgado severamente. Si se ha llegado a este punto en el tratamiento, que a cada paciente le toma un tiempo diferente, apenas se ha dado el primer paso. Es cuando se puede sentir que se “necesita” de la terapia.

Posteriormente, el trabajo arduo llega, pues se comienzan a repetir algunos temas en terapia, se puede sentir que no se avanza e incluso, se puede repetir ciertos patrones de conducta que aquejan al paciente, pero ahora con el terapeuta. Es el punto más complicado y espinoso del tratamiento pero también el que tiene mayor alcance terapéutico, pues se comienza a escenificar con el terapeuta las dificultades que hay afuera del consultorio –relaciones de tensión, agresividad, culpa, inhibiciones o angustias-, pero ahora se les brinda un desenlace diferente en tanto el terapeuta no se engancha en el ciclo y permite que el paciente pueda analizar lo que sucede en ese espacio de libertad para hablar. Es este punto donde fracasan muchos tratamientos o muchos pacientes desisten, pero si se continua, tiene efectos liberadores, pues si se ha logrado dar un desenlace diferente a la situación emocional dentro del consultorio, se posibilita el actuar diferente fuera de él, en el “mundo real”, ese es el motor del cambio en la psicoterapia.

Estos pasos no se pueden “ahorrar”, pues es importante considerar que los síntomas psicológicos –como la angustia, sentimientos de culpa, obsesiones, irritabilidad e inhibiciones, entre otros- toman años –a veces décadas- en formarse, pero nosotros nos percatamos solamente del resultado final y así como llegan creemos que se pueden ir. Sin embargo, generalmente no se es consciente desde donde se vienen conformando tales síntomas, así que es importante también, tomarse el tiempo que sea necesario para llevarlo a cabo, por eso las psicoterapias pueden durar años y no se puede sortear este tiempo, a cada quien le toma un tiempo diferente y depende en cierta medida del trabajo y compromiso del paciente.

¿Cómo saber si está funcionando el proceso? Es importante recordar que hay que tener paciencia cuando se trata de trabajar con la psique o el “alma”, pero hay algunos indicadores de avances terapéuticos, por supuesto el bienestar es uno de ellos, pero no solamente, pues una terapia es imposible que garantice la felicidad, nadie lo puede hacer, la vida misma es un continuo cambio y las crisis son inevitables. Sin embargo, lo que sí debería de brindar un tratamiento –tomándose el tiempo adecuado- es la posibilidad de responder a cada situación de crisis o éxito como uno lo desee, es decir, permite una mayor sensación de libertad en la vida y posibilidades de elección, al contrario del actuar neurótico o sintomático que tienen la sensación que “no puede hacer otra cosa”, “porque así son las cosas” o “porque así debe de ser”, dejándolo en la queja y malestar de cómo le gustaría que fuera diferente. En otras palabras, lo que permite una psicoterapia es la libertad de elegir –con sus limitantes, siempre-. Suena fácil y sencillo, pero eso repercute en todas las áreas de la vida, particularmente, en el trabajo y en el amor. En tanto se logra comprender por esa experiencia psicoterapéutica –larga y nada sencilla- que es uno quien elige también en esos ámbitos, no sólo se vuelve responsable de sus decisiones, sino que sabe que puede elegir algo diferente si así lo desea, y la queja interminable cesa, abriendo la puerta a continuar con libertad y por lo tanto con gusto en aquello que desee.

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