¡ALTO¡ … a las comparaciones entre los hijos
Para cada padre de familia, todos los miembros que constituyen su hogar, tienen un lugar valioso dentro de su familia. Cada uno juega un papel diferente dentro de está. Pensemos en los hijos, todos son excepcionales pero, distintos. No se pueden comparar. Cada uno con sus dones y fortalezas, con sus dificultades y sus torpezas. Pero al fin, admirables para aprender las lecciones que a cada uno le corresponden en esta vida, cada hijo es único.
Es conveniente, poner atención en los hijos, cuando entre ellos surjan comparaciones excesivas y poder explicar que cada uno es bueno para algo; A lo mejor uno es bueno en matemáticas y el otro es el mejor en deportes, cada uno nace con una facilidad y durante su crecimiento la va desarrollando.
Aunque lo vuelvan hacer, es necesario que les quede claro que no se está de acuerdo con que se comparen. Los padres pueden estar pendientes de resaltar las cualidades de cada hijo, para que cada uno tenga un lugar importante dentro de la familia y para que no vaya haber una situación de celos entre ellos. Como padres es crucial enseñarles a contactar su belleza interior de cada uno, para que así ellos mismos se aprecien y sepan cuanto valen, esto mismo les ayudará a tener confianza en sí mismos, como también ha adquirir seguridad y darse cuenta que son únicos e incomparables.
En vez de comparar, sería interesante reconocer esas diferencias que hacen a sus hijos ser únicos; Aquello que los distingue de los demás. Si como padres validamos todas sus cualidades, el niño piensa:” Mi madre o padre aprecia esto en mí, por lo cual debe ser importante y valioso”. “Tengo algo que me hace ser especial”. Cada papá y mamá sabe las cualidades de sus hijos, y es importante reforzarlas, para que ellos sigan así, como también para que se sientan queridos, aceptados y que se les aprecia lo que ellos saben hacer. Es conveniente, tomar en cuenta todas las habilidades de los hijos, no sólo la inteligencia en el rango escolar, de tener buenas calificaciones, sino existen diferentes inteligencias y como padres no verse limitados y juzgar sólo inteligente al que tiene buenas calificaciones.
Como por ejemplo: hay niños que tienen habilidad para las palabras o para los números, otros tienen habilidad para las imágenes y dibujos, les gusta los rompecabezas, dibujar, diseñar, les gusta el arte. Va haber otros que muestren agilidad con su cuerpo, como un atleta, bailarín, mimo, actor, así mismo como la agilidad con las manos, como carpintero, artesano, costurera o algunos tengan esa habilidad musical, o para relacionarse, que significa la capacidad que tienen de hacer amigos o la habilidad de conocerse así mismo y pensar sólo, puede haber otros niños que sean amantes de la naturaleza y les fascinen los animales. Todas éstas son de gran importancia y todos los niños las tienen, conforme van creciendo se van desarrollando y se combinan durante toda la vida.
Todos los seres humanos tenemos dos partes una parte luminosa y agradable y otra desagradable y oscura. La primera siempre la mostramos frente a los demás, para ser aceptados y tratar de agradar, mientras que la segunda siempre sale, cuando estamos cansados o de mal humor o simplemente cuando estamos en confianza. El verdadero amor incondicional de los padres, es aceptar las dos partes de sus hijos, aceptarlos en sus buenos ratos como en los malos, ellos piden que se le quiera tal y como son. Tanto en las buenas como en las malas, cuando son ocurrentes y graciosos, cuando son berrinchudos y groseros, cuando son cariñosos y serviciales, cuando son egoístas y exigentes. El niño pide: Mamá y Papá, acéptenme como soy. El niño necesita ser querido en su totalidad, sin condiciones. Entonces se siente valorado, seguro y confiado.
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